jueves, 4 de noviembre de 2010

Literatura

SIN SAZÓN

Los presentes lloraron la partida de Agurio

Era la primera vez que lo veía. Mi tía me llevó a verlo. Ella era una experta en cocina y seguía paso a paso las recetas y tips de Gastón Augurio. Al enterarse de su amarga presentación, mi tía nos jaló hasta el parque central donde Augurio siempre hacía sus ferias de comida. Pese al tránsito y el tumulto, llegar hasta su cuerpo nos demoró tan sólo diez minutos. Todos lloraban como si estuvieran picando cebolla para las recordadas ferias. Como era costumbre, Gastón estaba en el centro vigilando cada movimiento. Pero esta vez, sus ojos estaban cerrados y su cuerpo descansaba dentro de un ataúd.

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